lunes, 29 de julio de 2013

Domenic y Tanner se follan a Nick Tower


















No me pidan respeto por la homofobia del papa

Se escribe mucho del lobby gay. Todavía no me encontré con ninguno que me dé el carné de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy linda esto. Dice que no se deben marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby —les dijo el papa a los periodistas en el avión que lo llevaba de vuelta de Río de Janeiro a Roma.
—La sociedad brasileña ha cambiado, los jóvenes han cambiado. Usted no ha hablado sobre el aborto ni sobre el matrimonio ente personas del mismo sexo. En Brasil se ha aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y otra que contempla los matrimonios entre personas del mismo sexo [Nota: no fue una ley, sino una decisión del Consejo Nacional de Justicia; la ley aún tramita en el Congreso, pero en la práctica el matrimonio ya es legal]. ¿Por qué no ha hablado sobre eso?
—La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre eso, como tampoco hablé sobre la estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos. Además los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.
—¿Pero cuál es su postura en esos temas?
—La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia.”
(La primera versión de este post fue escrita y publicada antes de las declaraciones que el papa dio a los periodistas en el avión. Los blogs, a diferencia de los medios en papel, permiten actualizar un texto ante una noticia urgente. Bergoglio ahora dice que no es quién para juzgarnos por ser gays y que el problema no es ser gay sino hacer lobby — quién sabe a qué lobby se refiere, el que yo conozco bien es el lobby de la Iglesia contra los derechos civiles de los gays. Pero, a ver: “Si una persona es negra y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿Quién soy yo para juzgarlo? “, “El problema no es tener ese color de piel, el problema es hacer un lobby”. Sí, suena horrible visto así. Pero es un avance y está bueno que haya sucedido, porque antes decía cosas peores y porque muchos de sus subordinados dicen cosas irreproducibles que ahora, teniendo en cuenta lo dicho por él, deberán reformular. Sobre nuestros derechos civiles, sin embargo, Bergoglio recuerda que ya se ha expresado y que sigue pensando lo mismo. Que su posición es la de la Iglesia. Y que no ha cambiado porque no la haya mencionado en Brasil, como no mencionó la estafa y la mentira. Linda comparación. Eso es todo por hoy. ¿Habrá más?)
Ahora, el post.
***
En los últimos días, durante la visita del papa Bergoglio a Brasil, por algunos comentarios que hice en las redes sociales, varias personas me hicieron un cuestionamiento que ya había escuchado muchas veces. A todos los que criticamos la homofobia y el discurso de odio contra los homosexuales de ciertos líderes religiosos, algunas personas nos responden con los mismos dos argumentos: que tenemos que ser “tolerantes” y “respetar su opinión” y que es absurdo criticar al papa (o a un cura, pastor o rabino) por su discurso homofóbico, ya que “eso forma parte de su religión”.
“¿Qué querés que diga un papa sobre los gays?”.
Quiero que deje de decir las barbaridades que la Iglesia viene diciendo hasta ahora y que, asumiendo su responsabilidad social como líder de millones de creyentes en todo el mundo, ayude, con otro discurso, a ponerle fin a los prejuicios contra los homosexuales basados en supuestos valores religiosos. No por capricho, sino porque al hacer lo contrario, le hace mucho daño a mucha gente, inclusive a muchos católicos que sufren por ello. La homofobia lastima y cuesta vidas. Si me quieren decir intolerante por exigirle responsabilidad y decencia, lo soy: no tolero los discursos de odio, ni la violencia que generan, ni la ignorancia que promueven, ni el sufrimiento que producen, ni las muertes que causan.
En Brasil, donde el papa estuvo de visita por varios días, más de 300 pesonas son asesinadas cada año por ser gays, lesbianas, travestis o transexuales. Más de 300 asesinatos por año. Y quienes los cometen lo hacen creyendo que Dios está de acuerdo con ellos, porque la homosexualidad y la transexualidad (que no diferencian muy bien) son todas esas cosas horribles que curas y pastores dicen todo el tiempo que son. ¿Y me piden que respete eso como “opiniones diferentes”?
¿Ustedes le pedirían a un judío que “respete la opinión” de Biondini? ¿Le pedirían a un negro que “respete la opinión” del Ku Klux Klan? ¿La respetan ustedes? ¿Creen, realmente, que el antisemitismo y el racismo deben ser “tolerados”?
Yo no. Y creo que ustedes tampoco. Lo que habría que preguntarse, entonces, es por qué las mismas personas a las que les parece obvio que ser antisemita o racista no es “una opinión más” que “hay que respetar”, sin darse cuenta, aplican otra regla cuando el grupo que es víctima de un discurso de odio no son los judíos o los negros, sino los homosexuales.
Es la misma cuestión que discutíamos durante el debate sobre el matrimonio igualitario: si a alguien se le ocurriese prohibirles el derecho al matrimonio a los negros, los judíos o los protestantes, sería un escándalo. Nos parecería terrible. Nadie defendería hoy semejante cosa. Y a nadie se le ocurriría, en última instancia, defender una ley de unión civil de negros, judíos o protestantes para no irritar a la Iglesia católica. Pero algunos pensaban que estaba bien si se trataba de los homosexuales y no se daban cuenta de que es lo mismo.
(Pero ya hubo una época en la que los judíos y los protestantes, según el Código Civil argentino, no se podían casar. Y hubo una pareja de protestantes, Benancio Perdía y Josefa Pando, que fue a la justicia y consiguió un dictamen favorable del procurador Eduardo Costa, que aconsejó legalizar el matrimonio civil. ¿Y saben quién se opuso? La Iglesia católica, apostólica romana. ¿Y saben qué dijo? Que sería el fin de la familia y que era una maniobra del Demonio contra el plan de Dios (“obra maestra de la sabiduría satánica”, para ser más precisos). ¿Preciso citar la carta de Bergoglio llamando a la guerra santa contra el matrimonio gay para que ustedes mismos comparen ambos textos? La generación del ’80 se enfrentó con la Iglesia por la creación del registro civil y, luego, por la aprobación del matrimonio civil. Argentina llegó a romper relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Y también ya hubo una época en la que los negros tenían su derecho al matrimonio limitado: solo podían casarse entre ellos. Los casamientos “interraciales” estaban prohibidos. Fue en Estados Unidos, y era así en dieciséis estados, hasta que la Corte Suprema lo declaró inconstitucional en el caso Loving vs. Virginia, en 1967. Sí, en 1967, no hace dos mil años. ¿Y saben cuál era uno de los argumentos usados por jueces que defendían la prohibición? Que Dios, cuando creó el mundo, puso a los negros en un continente y a los blancos en otro porque no quería que se mezclaran. Siempre le echan la culpa a Dios.)
Si un líder religioso dijera hoy, en esta época, sobre los negros, las barbaridades que curas y obispos dicen regularmente sobre los gays (inclusive algunos obispos que son homosexuales en el armario y, gracias al discurso de odio de la institución a la que pertenecen, se odian a sí mismos), el repudio sería generalizado. Nadie pediría tolerancia y respeto por su opinión, nadie diría que es una cuestión de fe que debe ser respetada. ¿Y si un papa argentino hubiera llamado a la “guerra de Dios” contra los judíos? ¡Nos daría mucha vergüenza a todos!
Que algunos crean que insultarnos a los gays o llamar a la guerra santa contra nuestros derechos civiles es “libertad de expresión” es algo que debería hacernos reflexionar.
Por otro lado, es una falacia que “no pueden decir otra cosa” porque “es parte de su religión”.
En primer lugar, porque no todos los curas, pastores o rabinos creen que su religión tenga nada contra los homosexuales. En la Iglesia católica, las disidencias son más invisibles, porque a los que se rebelan contra la jerarquía los echan (al padre Nicolás Alessio lo expulsaron por decir que estaba a favor del matrimonio igualitario, mientras el padre Grassi, condenado por abuso sexual de menores, y el padre Von Wernich, condenado por torturador y asesino, no fueron sancionados por la Iglesia).
Aun así, algunos se animan.
Pero en otras iglesias, inclusive cristianas, los debates son públicos. Varios pastores y obispos de las iglesias anglicanabautistaluteranametodista y otras, en distintos lugares del mundo —entre ellos, la Argentina—, se han declarado a favor del matrimonio igualitario —los obispos Buckingam y Grantham, de la Iglesia de Inglaterra, lo apoyaron abiertamente— y defienden una visión del cristianismo según la cual la homosexualidad no es pecado ni contradice en lo más mínimo la fe en Cristo.
El libro sagrado de todas esas religiones es la misma Biblia que lee Bergoglio. Le rezan al mismo Dios.
Entre los judíos, en Argentina, los rabinos Daniel Goldman, Guido Cohen y Segio Bergman defendieron el matrimonio igualitario —Cohen llegó a decir que estaría dispuesto a celebrar matrimonios religiosos de gays judíos en el templo, luego de debatirlo con su comunidad—, y lo mismo hizo recientemente en Brasil el reconocido rabino Nilton Bonder, en un video que tuve el gusto de editar como co-coordinador de la campaña que promueve ese derecho, conquistado en mayo de este año:
La iglesia anglicana acepta obispos gays, al igual que la iglesia luterana y la episcopal de Estados Unidos, que tiene inclusive un obispo gay casado, Gene Robinson (foto), uno de los protagonistas del excelente documental “Porque así lo dice la Biblia”, que refuta las interpretaciones homofóbicas de ese libro. También hay corrientes del judaísmo que aceptan rabinos homosexuales. En Suecia y Dinamarca, la Iglesia luterana celebra matrimonios religiosos entre personas del mismo sexo.
El arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, Desmond Tutu, premio Nobel de la Paz y principal líder religioso de Sudáfrica, es un militante de la lucha contra la homofobia, que equipara con el racismo, y sostiene que “a muchos de nosotros nos produce angustia imaginar que Dios pueda crear a alguien y decirle: ‘Te odio. Te odio por cómo te he hecho’”. También dijo que no le gustaría “ir a un cielo que fuera homofóbico” y que “un padre que enseña a su hijo que sólo hay una orientación sexual y que cualquier otra cosa es maligna, niega nuestra humanidad y la suya también”.
Tampoco es verdad que, porque la Iglesia católica hoy sostiene un discurso homofóbico, no pueda cambiarlo mañana. Y que, por lo tanto, sea “absurdo” reclamarle eso al papa — a este o al que venga después.
(Escribí lo anterior ayer. Parece mentira. Hoy, Bergoglio dio un paso, tibio, pero paso al fin. O él o su sucesor darán finalmente otros, tarde o temprano).
La Iglesia ya dijo otras cosas sobre muchas cosas. La Iglesia reescribe su historia y su interpretación de la Biblia a lo largo del tiempo con el mismo empeño con el que hoy se dedica a reescribir, con ayuda de muchos políticos y periodistas, la biografía de Jorge Mario Bergoglio, que desde que cambió de nombre pasó a ser un santo.
En su libro O povo brasileiro, el antropólogo Darcy Ribeiro cita la bula Romanus Pontifex, de 1454, por la cual el papa Nicolau V respalda al infante portugués D. Henrique I, que lideraba la conquista de tierras africanas. Dice el papa, textualmente, que ha llegado a su conocimiento que don Henrique “se esfuerza por hacer conocer y venerar en toda la urbe el nombre gloriosísimo de Dios, reduciendo a su fe no sólo a los sarracenos [árabes], enemigos de esa fe, sino también a otros infieles. Guineanos y negros tomados por la fuerza y otros legítimamente adquiridos fueron traídos al reino, lo que esperamos progrese hasta la conversión del pueblo o al menos de muchos más”. Pero el mejor párrafo es uno en el que el papa dice: “Concedemos al rey Alfonso la plena y libre facultad, entre otras, de invadir, conquistar y subyugar a cualesquiera sarracenos o paganos, enemigos de Cristo, sus tierras y bienes, y reducirlos a todos a la servidumbre, haciendo todo ello para su propia utilidad y la de sus descendientes. Todo declaramos que pertenece de derecho in perpetuum a los mismos D. Alfonso y sus sucesores, y al infante. Si alguien, individuo o colectividad, infringe estas determinaciones, que sea excomulgado”.
Treinta y nueve años después, otra bula concedió a los reyes de España y Portugal los mismos derechos sobre el Nuevo Mundo. En ella, decía el papa que, por el poder concedido por Pedro y por Jesucristo, les reconocía a los monarcas la propiedad no sólo de las tierras del nuevo continente, sino también de sus habitantes.
Podrán decirme que eso pasó hace mucho, pero el papa, según la Iglesia, es infalible. Eso dice la doctrina. Así que, como Bergoglio, ese papa tenía razón. Y eso no impidió que, tiempo después, la Iglesia dejara de avalar esas barbaridades que, en aquel entonces, eran palabra de Dios. La Iglesia ya justificó la esclavitud de los negros y los indios, ya dijo que estos últimos no eran personas, que las mujeres no tenían alma y que los judíos eran culpables de haber matado a Jesús. Por cada una de esas cosas, mucha gente fue humillada, torturada y/o asesinada; en muchos casos, por la propia Iglesia.
El Malleus Maleficarum, manual de la Inquisición, con veintinueve ediciones entre 1487 y 1669, sirvió para quemar a miles de mujeres acusadas por la Iglesia de brujas. Como señala Zaffaroni en su extraordinario libro La palabra de los muertos, el libro también “afirma la inferioridad biológica e intelectual de la mujer, que ha sido creada a partir de una costilla curva del pecho del hombre y que, por ende, contrasta con la rectitud de este (…). La mujer es inferior, más débil, y por lo tanto tiene menos fe”.
El Malleus también decía que las brujas volaban. De verdad.
Y, sin embargo, hoy la Iglesia no dice ninguna de esas cosas que, en otras épocas, eran cuestión de fe, como lo que dice hoy sobre los homosexuales. Tanto lo eran que cualquiera que las cuestionara podría ser quemado en nombre de Dios, algo que ya no es posible hoy. Entonces, no me vengan con que un papa no puede dejar de decir barbaridades contra los homosexuales o de presionar a los gobiernos para que nos nieguen derechos civiles.
No es una cuestión de fe que no se pueda cambiar.
Es una decisón política.
Como fue una decisión política la carta de Bergoglio llamando a la guerra santa contra el matrimonio igualitario (él mismo se justificó diciendo que lo había hecho por presiones políticas de monseñor Aguer) y fue también una decisión política avalar que se distribuyeran en estos días en Río de Janeiro miles de folletos impresos por Iglesia para la Jornada Mundial de la Juventud contra el matrimonio igualitario, la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, la fertilización asistida, la despenalización del aborto y el uso del preservativo.
Todas esas consignas, según una encuesta de Ibope, son rechazadas por la mayoría de los jóvenes católicos brasileños. Y ellos lo saben.
Mientras Bergoglio seguía de visita en Río, la Iglesia católica de Brasil debatía (y seguirá haciéndolo, silenciosamente, durante todo el año) un documento interno que está circulando entre los curas, aprobado por la Conferencia Nacional de los Obispos, en el que se pide un cambio en la doctrina sobre la familia. Dice el documento, al que tuvo acceso este blog:
“En nuestras parroquias participan personas unidas sin el vínculo sacramental, otras están en una segunda unión, y están las que viven solas sustentando a sus hijos. Otras configuraciones también aparecen, como abuelos que crian a sus nietos o tíos que sustentan a sus sobrinos. Niños que son adoptados por personas solteras o por personas del mismo sexo que viven en uniones estables. La Iglesia, familia de Cristo, precisa acoger con amor a todos sus hijos. (…) Es hora de recordar que el Señor no abandona a nadie, y que también la Iglesia quiere ser solidaria en las dificultades de la familia. Muchos se alejaron y continúan alejándose de nuestras comunidades porque se sintieron rechazados”.
Desde el 14 de mayo de este año, Brasil tiene matrimonio igualitario, como otros 15 países y algunos estados de Estados Unidos y México. En el mundo occidental, la homofobia viene perdiendo terreno a pesar del papa, porque el mundo es un poquito mejor cada día. La Iglesia, tarde o temprano, se va a adaptar a esa realidad.
No son bobos. Por algo sobrevivieron tantos siglos.
En algunos países del norte de Europa donde los gays ya pueden casarse hace mãs de diez años, las parejas de homosexuales católicos, luego del matrimonio civil, pasan por la Iglesia y allí el cura realiza una ceremonia oficial de “bendición de la unión”, similar a la que se hacía antes de que la Iglesia aceptara el matrimonio (hasta entonces, un rito pagano) y lo convirtiera en sacramento, en el año 1215. Bendicen la maniobra del demonio a la que Bergoglio le declaró la guerra.
No te lo cuentan acá, pero allá lo hacen. Porque no les queda otra. Si no, tienen que bajar la persiana, porque sus propios fieles de allá, gays y heterosexuales, no aceptarían un discurso como el que tienen acá.
El papa ya no dice que los negros pueden venderse como esclavos, que los indios no son humanos y que las mujeres no tienen alma. Y un día no dirá más que los gays y nuestras familias amenazamos el plan de Dios, como ya dijo hoy que no es quién para juzgarnos. Cuando cambie su discurso, la Iglesia va a hacer de cuenta que nunca jamás fue homofóbica. O quizás piden perdón, como fantaseé una vez en este blog. Sea como sea, las nuevas verdades van a ser, como las anteriores en desuso, palabra de Dios. Como todo lo que ellos —los hombres que gobiernan la Iglesia— han decidido en cada momento de la historia, de acuerdo a sus necesidades políticas.
Mientras ese día llega, el discurso de odio de la jerarquía católica seguirá haciendo daño (como antes les hizo daño a los negros, los indios, las mujeres o los judíos) y muchos seguiremos denunciándolos.
Les guste o no.

Cortesía de Bruno Bimbi blogs.tn.com.ar/todxs/2013/7/29/tolerancia/